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viernes, 10 de julio de 2020

PEGO «Villa Leal y Fiel»



Los árabes trajeron la prosperidad al Valle de Pego y enseñaron a sus pobladores el manejo de nuevas técnicas de regadío para explotar sus ricas tierras. Las guerras con los cristianos despoblaron el valle hasta que llegaron los catalanes.

Los historiadores de la Villa resaltan la huella dejada por las «gentes de Barcelona» que han creado la «idiosincrasia, el carácter y el temperamento» de las gentes de Pego desde que llegaron a estas tierras para repoblarlas hace más de setecientos años

En la historia de la Villa de Pego» escrita por Bernardino Sastre Ferrando, Manuel Giner Pascual, Jorge García Bañuls y José María Alcina Sala, se asegura que la denominación de Pego procede de los romanos y guarda relación
con los tributos que se cobraban en todos los «Pagos». Estos eran concentraciones de casas rústicas situadas en las colinas de las campiñas, próximas a las tierras de cultivos. Para defenderse de los conquistadores, los «Pagos» estaban amurallados y el actual Pego conserva esta huella de su historia en el Portal de Sala, que franquea el casco viejo del pueblo.


LUCHAS Y PRIVILEGIOS

La villa fue habitada desde tiempos remotos por los celtíberos, fenicios, griegos, romanos y árabes. Muros ciclópeos, hachas de pedernal, barras ibéricas, roturaciones de tierras, forman parte de la vida de los antiguos moradores de Pego. Las investigaciones históricas de Salvador Climent y Joan Miquel Almela cuentan que en la Montañeta Verda y el Tossal de Bullentó se han encontrado cerámicas decoradas de entre los años 4000-2000 antes de Cristo, restos de poblaciones de la Edad del Bronce en la Marjal, que más tarde fue amurallada por los romanos que cazaban y pescaban en los humedales.

Los árabes protagonizaron en la villa una época de gran prosperidad y la población aumentó considerablemente, atraída por la riqueza que generaba el valle con las nuevas técnicas de regadío, la roturación de secanos y la explotación de nuevos cultivos, protegidos por los castillos de Ambra, Favara, Castellar y Gallinera. Durante la Reconquista don Jaime, Rey de Aragón, se apoderó de Pego, que estaba en manos del caudillo árabe Alazdruch en 1274.

REBELIONES

Las relaciones entre conquistadores y moradores no fueron fáciles, con frecuentes rebeliones de los árabes que no aceptaron su condición de vasallos, lo que obligó a Don Jaime a recabar la ayuda de los caballeros cristianos. Como resultado de estas luchas el Valle de Pego quedó en manos cristianas y se constituyó la organización política de la Villa con un Bayle, un Alcaide, un Justicia, un Síndico y dos Jurados, que eran los encargados de administrar la política y la justicia. Las consecuencias de las guerras con los árabes despoblaron el valle y fue en el siglo XIII cuando Don Pedro, hijo del Rey de Aragón, dispuso que fuera repoblado con «gentes de Barcelona», según Sastre, Giner, García y Alcina.

A cada uno de los nuevos pobladores se les dio entre seis y diez yeguadas de tierra, se les eximió de pagar impuestos a cambio de pagar una renta vitalicia. El éxito de la repoblación fue decisivo, hasta el punto que los autores consideran que el carácter de los pegolinos «fue legado por el pueblo catalán». Los privilegios de Pego para poner penas y administrar sus tierras originaron enfrentamientos con los nobles, pero su adhesión a los ejércitos de los reyes Felipe III —en la expulsión de los moriscos— y más tarde a Felipe V —tras la Guerra de Sucesión— merecieron la distinción real de Villa Fiel y Leal.


Compendio de civilizaciones, culturas y tradiciones religiosas


Pego conserva las huellas de las civilizaciones más remotas. Cerámicas de la Edad del Bronce, restos de villas romanas, vestigios árabes e iglesias de los siglos XVI y XVII. Asimismo, dispone de varias ermitas erigidas sobre lo que fueron antiguas alquerías árabes del municipio PEGO.

La historia de Pego conserva algunos vestigios de sus pobladores más remotos, del Paleolítico a las civilizaciones romana y árabe. En Benirrames, la Montañeta Verda, el Ambra y el Tossal del Bullentó se han encontrado restos del hombre prehistórico: de sus costumbres de caza y cerámicas decoradas de entre los años 4000-2000 antes de Cristo. En la Marjal se hallaron restos de aguajas de hueso de la época del Bronce y en la carretera de Pego a Benidorm, en el puerto de Sagra, hay varias estructuras defensivas, cerámicas, molinos barquiformes y cantos rodados, según el relato de los historiadores Salvador Climent y Joan Miquel Almela.



DOMINACIÓN ROMANA

La dominación romana en Pego dejó su huella en los importantes enterramientos
hallados en la partida de Gaya y la villa romana de Benigánim, de los siglos VI y VII después de Cristo. Con la llegada de los árabes en el año 726 Pego se repobló de alquerías y registró una gran transformación agraria mediante las nuevas técnicas de riego que trajeron los nuevos dominadores. Uno de los símbolos más visibles de su paso por la población lo constituye el castillo de Ambra, auténtica vigía defensiva de Pego en lo alto de uno de sus montes más imponentes.

LA MURALLA

Pero estas huellas son una pequeña parte de una historia llena de avatares y luchas que se llevaron por delante pasados esplendores de las civilizaciones que pasaron por Pego. 
Un paseo por el pueblo siguiendo las pautas de su callejero nos lleva hasta los restos de lo que fue el recinto amurallado que sirvió para defender a la población.
La muralla con sus 16 torreones data del siglo XIII y el antiguo foso que la rodeaba desapareció en la guerra de Sucesión y con el ensanche del pueblo. De las tres puertas que franqueaban la muralla sólo queda hoy una, la del Portal de Sala que da paso al casco histórico. A partir de aquí nos encontramos con la Casa de la Cultura del siglo XVII que acoge al Museo Etnológico, el de Arte Contemporáneo y el Lienzo de la Muralla. A pocos metros se halla la iglesia de La Asunción, del siglo XVII, que guarda en su interior el retablo de Nuestra Señora de la Esperanza, de principios del siglo XV, obra de Antonio Peris, la cruz procesional de plata de gótico florido y abundante orfebrería del siglo XV.
El campanario de la Iglesia se alza majestuoso sobre Pego y es como el estandarte del pueblo.

EMBLEMA

Pero el corazón religioso de los pegolinos se vuelca con su patrón el Santísimo Ecce-Homo que se venera en la capilla del mismo nombre, dentro del recinto amurallado y a escasa distancia de La Asunción. La información municipal habla de esta capilla como la de un edificio emblemático, asentado sobre un antiguo hospital de pobres, enfermos y peregrinos. Fray Francisco Cabeza fue el arquitecto y concibió la capilla con una cúpula octogonal de 21 metros, emplazada sobre la linterna de una forma tan audaz que causó el asombro en la Academia de San Fernando de Madrid.

El templo recuerda la concepción arquitectónica del Santa Sepulcro de Jerusalén con seis altares franqueando el altar mayor donde se halla el Ecce Homo. La fachada principal es de piedra picada en las esquinas y la portada contiene bellos pilares y contrapilares dóricos, acabados en el siglo XVIII. El color dorado domina todas las estancias de la capilla, verdadero símbolo de Pego.

ERMITAS

Una parte muy agradable del paseo cultural por la población es conocer la red de ermitas diseminadas por el casco histórico y las afueras del pueblo. Entre las primeras hay que citar las de San Miguel, San José y San Lorenzo.

La ermita de San Miguel fue construida en el siglo XVI sobre una posible sinagoga judía y contiene en su interior una talla de la Purísima del siglo XVIII y un lienzo inacabado de un siglo antes. La de San José fue terminada en 1677 y en la de San Lorenzo se puede contemplar un pequeño templo cerrado por una verja de hierro forjado. El discípulo de Juan de Juanes, Nicolás Borras, pintó las tablas del altar mayor de la ermita de San Juan Bautista en 1588, que se localiza en la carretera de Pego a Ebo, hoy de propiedad privada, en la partida de Benimuleima, que era una antigua alquería islámica.

Es una nave única de arcos ojivales con predominio de las formas góticas. En su interior destaca el retablo de San Antonio y San Roque. En esta ermita se celebra la fiesta tradicional del Porrat cada 17 de enero con la celebración de una misa y la bendición de los animales. Para alcanzar la bendición del Santo y «guardar el dolor de barriga» es costumbre de los pegolinos dar tres vueltas a la ermita.
  
En otra antigua alquería islámica, llamada Benumeia, está la ermita dedicada a San Sebastián, de estilo colonial del siglo XVIII. El lugar quedó despoblado un siglo después y el edificio se ha ido deteriorando. Por último, la ermita de San Joaquín posee en su interior dos lienzos de la Anunciación y de la Adoración de los Pastores y se puede visitar durante la Semana Santa.

CASTILLO

La visita cultural a Pego se corona en el castillo de Ambra, que se levanta sobre un monte de 260 metros de altitud en lo que fue un despoblado del Neolítico. La fortaleza data del siglo XI-XII y su perímetro cuenta con un doble recinto amurallado de la época almohade.
El castillo está flanqueado por cuatro torres cuadrangulares y su privilegiada situación fue utilizada para apaciguar las rebeliones. No obstante, perdió importancia cuando en el siglo XIII los cristianos amurallaron la villa de Pego para defenderse de sus agresores.

La capilla del Ecce Homo, símbolo religioso del pueblo, levantó la admiración de los académicos de las artes de San Fernando de Madrid por su audacia arquitectónica. Su cúpula octogonal de veintiún metros recuerda la forma del Santo Sepulcro y la iglesia de los Templarios de Jerusalén.

Fuente:
Periódico ABC. Madrid. 02/02/2000

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