Los árabes trajeron la
prosperidad al Valle de Pego y enseñaron a sus pobladores el manejo de nuevas
técnicas de regadío para explotar sus ricas tierras. Las guerras con los
cristianos despoblaron el valle hasta que llegaron los catalanes.
Los historiadores de la Villa
resaltan la huella dejada por las «gentes de Barcelona» que han creado la
«idiosincrasia, el carácter y el temperamento» de las gentes de Pego desde que
llegaron a estas tierras para repoblarlas hace más de setecientos años
En la historia de la Villa de
Pego» escrita por Bernardino Sastre Ferrando, Manuel Giner Pascual, Jorge
García Bañuls y José María Alcina Sala, se asegura que la denominación de Pego
procede de los romanos y guarda relación
con los tributos que se cobraban
en todos los «Pagos». Estos eran concentraciones de casas rústicas situadas en
las colinas de las campiñas, próximas a las tierras de cultivos. Para
defenderse de los conquistadores, los «Pagos» estaban amurallados y el actual
Pego conserva esta huella de su historia en el Portal de Sala, que franquea el
casco viejo del pueblo.
LUCHAS Y PRIVILEGIOS
La villa fue habitada desde
tiempos remotos por los celtíberos, fenicios, griegos, romanos y árabes. Muros ciclópeos,
hachas de pedernal, barras ibéricas, roturaciones de tierras, forman parte de
la vida de los antiguos moradores de Pego. Las investigaciones históricas de
Salvador Climent y Joan Miquel Almela cuentan que en la Montañeta Verda y el Tossal
de Bullentó se han encontrado cerámicas decoradas de entre los años
4000-2000 antes de Cristo, restos de poblaciones de la Edad del Bronce en la
Marjal, que más tarde fue amurallada por los romanos que cazaban y
pescaban en los humedales.
Los árabes protagonizaron en la
villa una época de gran prosperidad y la población aumentó considerablemente, atraída
por la riqueza que generaba el valle con las nuevas técnicas de regadío, la
roturación de secanos y la explotación de nuevos cultivos, protegidos por los
castillos de Ambra, Favara, Castellar y Gallinera. Durante la Reconquista don
Jaime, Rey de Aragón, se apoderó de Pego, que estaba en manos del caudillo árabe
Alazdruch en 1274.
REBELIONES
Las relaciones entre
conquistadores y moradores no fueron fáciles, con frecuentes rebeliones de los
árabes que no aceptaron su condición de vasallos, lo que obligó a Don Jaime a
recabar la ayuda de los caballeros cristianos. Como resultado de estas luchas
el Valle de Pego quedó en manos cristianas y se constituyó la organización
política de la Villa con un Bayle, un Alcaide, un Justicia, un Síndico y dos
Jurados, que eran los encargados de administrar la política y la justicia. Las
consecuencias de las guerras con los árabes despoblaron el valle y fue en el
siglo XIII cuando Don Pedro, hijo del Rey de Aragón, dispuso que fuera
repoblado con «gentes de Barcelona», según Sastre, Giner, García y Alcina.
A cada uno de los nuevos
pobladores se les dio entre seis y diez yeguadas de tierra, se les eximió de
pagar impuestos a cambio de pagar una renta vitalicia. El éxito de la
repoblación fue decisivo, hasta el punto que los autores consideran que el
carácter de los pegolinos «fue legado por el pueblo catalán». Los privilegios
de Pego para poner penas y administrar sus tierras originaron enfrentamientos
con los nobles, pero su adhesión a los ejércitos de los reyes Felipe III —en la
expulsión de los moriscos— y más tarde a Felipe V —tras la Guerra de Sucesión— merecieron
la distinción real de Villa Fiel y Leal.
Compendio de civilizaciones, culturas y tradiciones religiosas
Compendio de civilizaciones, culturas y tradiciones religiosas
Pego conserva las huellas de las
civilizaciones más remotas. Cerámicas de la Edad del Bronce, restos de villas
romanas, vestigios árabes e iglesias de los siglos XVI y XVII. Asimismo,
dispone de varias ermitas erigidas sobre lo que fueron antiguas alquerías
árabes del municipio PEGO.
La historia de Pego conserva
algunos vestigios de sus pobladores más remotos, del Paleolítico a las
civilizaciones romana y árabe. En Benirrames, la Montañeta Verda, el Ambra y el
Tossal del Bullentó se han encontrado restos del hombre prehistórico: de sus
costumbres de caza y cerámicas decoradas de entre los años 4000-2000 antes de
Cristo. En la Marjal se hallaron restos de aguajas de hueso de la época del Bronce
y en la carretera de Pego a Benidorm, en el puerto de Sagra, hay varias
estructuras defensivas, cerámicas, molinos barquiformes y cantos rodados, según
el relato de los historiadores Salvador Climent y Joan Miquel Almela.
DOMINACIÓN ROMANA
La dominación romana en Pego dejó
su huella en los importantes enterramientos
hallados en la partida de Gaya y
la villa romana de Benigánim, de los siglos VI y VII después de Cristo. Con la
llegada de los árabes en el año 726 Pego se repobló de alquerías y registró una
gran transformación agraria mediante las nuevas técnicas de riego que trajeron
los nuevos dominadores. Uno de los símbolos más visibles de su paso por la
población lo constituye el castillo de Ambra, auténtica vigía defensiva de Pego
en lo alto de uno de sus montes más imponentes.
LA MURALLA
Pero estas huellas son una
pequeña parte de una historia llena de avatares y luchas que se llevaron por
delante pasados esplendores de las civilizaciones que pasaron por Pego.
Un
paseo por el pueblo siguiendo las pautas de su callejero nos lleva hasta los
restos de lo que fue el recinto amurallado que sirvió para defender a la
población.
La muralla con sus 16 torreones
data del siglo XIII y el antiguo foso que la rodeaba desapareció en la guerra
de Sucesión y con el ensanche del pueblo. De las tres puertas que franqueaban
la muralla sólo queda hoy una, la del Portal de Sala que da paso al casco
histórico. A partir de aquí nos encontramos con la Casa de la Cultura del siglo
XVII que acoge al Museo Etnológico, el de Arte Contemporáneo y el Lienzo de la
Muralla. A pocos metros se halla la iglesia de La Asunción, del siglo XVII, que
guarda en su interior el retablo de Nuestra Señora de la Esperanza, de
principios del siglo XV, obra de Antonio Peris, la cruz procesional de plata de
gótico florido y abundante orfebrería del siglo XV.
El campanario de la Iglesia se
alza majestuoso sobre Pego y es como el estandarte del pueblo.
EMBLEMA
Pero el corazón religioso de los
pegolinos se vuelca con su patrón el Santísimo Ecce-Homo que se venera en la
capilla del mismo nombre, dentro del recinto amurallado y a escasa distancia de
La Asunción. La información municipal habla de esta capilla como la de un
edificio emblemático, asentado sobre un antiguo hospital de pobres, enfermos y
peregrinos. Fray Francisco Cabeza fue el arquitecto y concibió la capilla con
una cúpula octogonal de 21 metros, emplazada sobre la linterna de una forma tan
audaz que causó el asombro en la Academia de San Fernando de Madrid.
El templo recuerda la concepción
arquitectónica del Santa Sepulcro de Jerusalén con seis altares franqueando el
altar mayor donde se halla el Ecce Homo. La fachada principal es de piedra
picada en las esquinas y la portada contiene bellos pilares y contrapilares
dóricos, acabados en el siglo XVIII. El color dorado domina todas las estancias de la
capilla, verdadero símbolo de Pego.
ERMITAS
Una parte muy agradable del paseo
cultural por la población es conocer la red de ermitas diseminadas por el casco
histórico y las afueras del pueblo. Entre las primeras hay que citar las de San
Miguel, San José y San Lorenzo.
La ermita de San Miguel fue
construida en el siglo XVI sobre una posible sinagoga judía y contiene en su
interior una talla de la Purísima del siglo XVIII y un lienzo inacabado de un
siglo antes. La de San José fue terminada en 1677 y en la de San Lorenzo se
puede contemplar un pequeño templo cerrado por una verja de hierro forjado. El
discípulo de Juan de Juanes, Nicolás Borras, pintó las tablas del altar mayor
de la ermita de San Juan Bautista en 1588, que se localiza en la carretera de
Pego a Ebo, hoy de propiedad privada, en la partida de Benimuleima, que era una
antigua alquería islámica.
Es una nave única de arcos
ojivales con predominio de las formas góticas. En su interior destaca el
retablo de San Antonio y San Roque. En esta ermita se celebra la fiesta
tradicional del Porrat cada 17 de enero con la celebración de una misa y la bendición
de los animales. Para alcanzar la bendición del Santo y «guardar el dolor de barriga» es
costumbre de los pegolinos dar tres vueltas a la ermita.
En otra antigua alquería
islámica, llamada Benumeia, está la ermita dedicada a San Sebastián, de estilo
colonial del siglo XVIII. El lugar quedó despoblado un siglo después y el
edificio se ha ido deteriorando. Por último, la ermita de San
Joaquín posee en su interior dos lienzos de la Anunciación y de la Adoración de
los Pastores y se puede visitar durante la Semana Santa.
CASTILLO
La visita cultural a Pego se
corona en el castillo de Ambra, que se levanta sobre un monte de 260 metros de
altitud en lo que fue un despoblado del Neolítico. La fortaleza data del siglo
XI-XII y su perímetro cuenta con un doble recinto amurallado de la época
almohade.
El castillo está flanqueado por
cuatro torres cuadrangulares y su privilegiada situación fue utilizada para
apaciguar las rebeliones. No obstante, perdió importancia cuando en el siglo
XIII los cristianos amurallaron la villa de Pego para defenderse de sus
agresores.
La capilla del Ecce Homo, símbolo
religioso del pueblo, levantó la admiración de los académicos de las
artes de San Fernando de Madrid por su audacia arquitectónica. Su cúpula
octogonal de veintiún metros recuerda la forma del Santo Sepulcro y la iglesia de los Templarios de Jerusalén.
Fuente:
Periódico ABC. Madrid. 02/02/2000
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