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lunes, 22 de junio de 2020

Treinta años de reivindicaciones sobre un paraíso natural

"En el himno de Pego se canta al pueblo, el hogar y la Patria que «con idolatría hemos de estimar». Al alcalde, el independiente Carlos Pascual Sastre, le sobra pasión para defender ese sentimiento y en las pasadas elecciones municipales arrasó con mayoría absoluta al resto de los partidos. Vehemente, sincero y polémico, Sastre encabeza las ansias de un pueblo que pide justicia"

La historia de Pego es una permanente lucha por la propiedad y explotación de las aguas que riegan sus ricas tierras contra los señores medievales y ahora con el poder político. Su alcalde, Carlos Pascual Sastre, es un vivo ejemplo del carácter férreo forjado en el pueblo y lo primero que reivindica es justicia.

Una reclamación rotunda que colea, según subraya, desde hace casi treinta años, amparada en la razón y la ley, «pero maltratada por determinados poderes poco sensibles con la historia y los argumentos de Pego», afirma.

Todo empezó en 1970 con una obra inconclusa y bien intencionada, la concentración parcelaria del YRI-DA, encaminada a terminar con los 3.000 minifundios localizados en las 750 hectáreas de la Marjal, las más ricas de Pego y principal fuente de su progreso. Se trataba de concentrar la propiedad en cooperativas y aprovechar mejor el agua para los cítricos y seguir cultivando arroz.


PROBLEMAS

Pero este proyecto se truncó y empezaron los problemas. Con la llegada de la democracia se transfieren a la Comunidad Valenciana —dominada entonces por los socialistas de Juan Lerma— las competencias del Yrida. Lerma—cuenta Carlos Pascual— paraliza la concentración parcelaria y concede la gestión del agua de Pego a empresas afines para distribuirlo a su antojo y hacer «el negocio del siglo».
Los problemas se tornan en conflicto y el pueblo planta cara a Lerma, cuya reacción fue decretar la Marjal como espacio natural protegido. La intención del poder político en manos del PSOE era clara y Carlos Pascual la desvela: desalentar a los 1.500 propietarios de las tierras y convertir el paraje en cañaveral, sin indemnizar a sus legítimos dueños. «Es decir, una expropiación encubierta».

El desgaste producido en el pueblo como consecuencia de estas pugnas con el poder, minaron la vitalidad de la Marjal hasta fechas muy recientes.
La llegada a la Generalitat del PP-UV suscitó esperanzas y el alcalde era la persona más apropiada para confirmarlas, pues militó en ese partido y apoya la ideología popular. Sin embargo, el conflicto continuó enconándose y las negociaciones para respetar las zonas arrozales de la Marjal acabaron en sanciones. «El poder repitió la actitud de los socialistas y sacó un Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN) en contra de la opinión del pueblo, que elevó 4.000 alegaciones en contra por la nueva injusticia que se cometía con Pego».

EL AGUA

«En el fondo, de lo que se trataba —afirma el alcalde— era de que la Generalitat dispusiera a su antojo del agua del pueblo para apaciguar la escasez de Las Marinas sin avenirse a pagar a los propietarios. Asimismo, contemplaba la posibilidad de desmoralizar a los pegolinos a base de pleitos para quedarse con las tierras». Comenzó entonces la imputación de delitos al alcalde y a la Comunidad de Regantes y se hicieron habituales las intervenciones de la Guardia Civil, cortando los riegos de los arroceros. En suma, el PORN era un «pretexto» de la Administración para que nada se moviera en la Marjal y poder así «llevarse el agua». Una injusticia, clama Carlos Pascual.

El alcalde rechaza enérgicamente que se tache a Pego de egoísta por los excedentes de agua que se niega a compartir con los pueblos vecinos de la costa. Pascual alega que «no es lo mismo vender agua que vender el agua», y, por tanto, no tienen inconveniente en poner un «millón de contadores» y facturar «20.000 millones de pesetas». La política que tantas frustraciones ha ocasionado a Pego se ha fundamentado en «dudosos dictámenes a cargo de la Universidad de Alicante sobre los efectos perniciosos de la actividad agrícola en la Marjal, y que se han repetido con socialistas y populares», según el alcalde de Pego.

SORPRESA

Algo que no deja de sorprender a Carlos Pascual que ha visto y ve la influencia de unos técnicos ajenos a los cambios políticos, o lo que es
peor, por el miedo del PP a modificar un estado de cosas que podría tener un coste electoral por la sensibilidad medioambiental que reina en la opinión pública y la sociedad.
Unos temores infundados porque el primer ecologista de la Marjal siempre ha sido el pueblo de Pego y su mera contemplación salta a la vista si se compara con el estado de abandono de los parajes próximos, amparados por las mismas regulaciones del PORN. Es la paradoja de un espacio natural conservado con mimo por el trabajo de los agricultores pegolinos, cuyo empeño permanece invariable a lo que consideran «una injusticia» histórica.
Un trato bien diferente del que reciben las populosas urbanizaciones que circundan la Marjal por Denia y Oliva, «bendecidas por el manto del poder y exculpadas de cualquier responsabilidad en la desecación de las aguas de la Marjal, de las que se nutren y que sirven de argumento acusatorio contra Pego». Pero las aspiraciones de lograr un acuerdo convincente y satisfactorio para los intereses del pueblo no cesan y desde el Ayuntamiento ya están preparados para «negociar una salida justa a este problema de treinta años».


Los planes del alcalde en la Marjal que le han valido una victoria arrasa-dora en las pasadas elecciones, consiste en conservar ese paraje natural, mediante la explotación ordenada de sus recursos, incorporando áreas de ocio que contribuyan a lo que llaman un «desarrollo sostenible» de la Marjal. Se trata de «mantener» la Marjal como está, con sus cultivos de arrozales y recuperar las acequias que lo surcan, crear dos áreas de ocio y turismo en la Montañeta Verda y en la ribera del río Racons y una zona a salvo de cualquier desarrollo económico e industrial. 

Fuente.
Periódico ABC - 2020

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